SAGRADOS CORAZONES EN COLOMBIA ECUADOR Y PERÚ.
Una sola comunidad. Contemplar, Vivir y Anunciar el Amor Misericordioso de Dios anunciado en Jesucristo.
55 hermanos, 14 comunidades locales, 4 colegios, 13 parroquias, entre otros servicios.
DESCRIPCIÓN DEL PROCESO DE FORMACIÓN INICIAL
1. Discernimiento
personal y acompañamiento previo. Trabajo personal (fichas) y visita a las
comunidades ss.cc. y a la familia del candidato. Participación en la semana
vocacional. Hacer una petición escrita solicitando ser admitido a una nueva
etapa.
2. Aspirantado,
etapa que dura 6 meses y se realiza en una casa de los Sagrados Corazones en
Mosquera o Bogotá.
3. Postulantado
en Quito, Ecuador, con otros jóvenes de Perú y Ecuador, al menos dos años.
4. Noviciado,
en Lima, Perú, dura un año. Con jóvenes de los países de América Latina donde
está la Congregación SS.CC.
5. Etapa
de Profesos, en la actualidad tiene dos años en Santiago de Chile, luego se
retorna a un país de nuestra provincia (Ecuador, Colombia, Perú), bien puede
ser Bogotá. Durante este tiempo de estudios de teología, se hace una
interrupción para hacer un año de experiencia pastoral. El proceso de formación
inicial termina con los votos perpetuos. Luego seguirá la formación permanente
y los ministerios de diaconado y presbiterado vividos en comunidad y al
servicio de la Iglesia y la sociedad, para contemplar, vivir y anunciar el amor
misericordioso de Dios encarnado en Jesucristo, donde nos envíen y necesiten.
“Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una
gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al
llamarnos y elegirnos, nos ha confiado.” Aparecida, 18.
En la actualidad, los hermanos colombianos estamos dedicados a servir en:
Parroquias (en Bogotá, Mosquera-Cundinamarca, Algeciras-Huila,
Guaynabo-Puerto Rico; la Educación (Colegio Sagrados Corazones de
Guaynabo-Puerto Rico, San Damián en Bogotá), Fundación Padre Damián que atiende
a niños. Para conocer más visita nuestra web: sscccolombia.com En Perú y
Ecuador, también se tiene presencia parroquial en las capitales y en los
campos, como colegios.
Tres maneras de ayudar en la Pastoral Vocacional:
1. Animar a los jóvenes a descubrir el
camino que Dios quiere para ellos.
2. Orar, por las vocaciones.
3. Donar,
para que los jóvenes que ingresan puedan seguir su proceso formativo.
A los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Honor y gloria. Amén.
Contáctenos:
Página web: sscccolombia.com ssccperu.com
ssccpicpus.com
E- mail: sersscc@gmail.com
Facebook: ser sagrados corazones Colombia
Comisión de Pastoral Vacacional ss.cc.:
Miguel Ortega (WhatsApp 311 5992655)
Arley Guarín
Isaac Moreno
Fabián Cifuentes 311 2697875,
Elkin Collazos
Arnoldo Fernández.
Bogotá, Calle 78 N. 62-23. Barrio Simón Bolívar.
Tel. 225 03 42.
De las Constituciones de la Congregación Sagrados Corazones
De las Constituciones de la Congregación Sagrados Corazones
Vocación y Misión de la Congregación ss.cc.
1. En la comunión de la Iglesia, pueblo de
Dios, la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y de la
Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento del Altar es una Congregación
religiosa apostólica de derecho pontificio, fundada por Pierre Coudrin y
Henriette Aymer de la Chevalerie. Hermanos y hermanas, unidos en un mismo carisma y una misma misión, constituyen una sola
Congregación aprobada como tal por el papa Pío VII en 1817.
2. «La consagración a los Sagrados
Corazones de Jesús y de María es el fundamento de nuestro Instituto». B.P.[1]
De ahí deriva nuestra misión:
contemplar, vivir y anunciar al mundo el amor de Dios encarnado en Jesús. María
ha sido asociada de una manera singular a este misterio de Dios hecho hombre y
a su obra salvadora: es lo que se expresa en la unión del Corazón de Jesús y el
Corazón de María.
Nuestra consagración nos
llama a vivir el dinamismo del amor salvador y nos llena de celo por nuestra
misión.*
3. «En Jesús encontramos todo; su nacimiento, su vida y su muerte:
he ahí nuestra Regla» B.P.[2]
Hacemos nuestras las actitudes, opciones
y tareas que llevaron a Jesús al extremo de tener su corazón traspasado en la
cruz.
En nuestro seguimiento
radical de Cristo, María su Madre, modelo de fe en el amor, nos precede en el
camino y nos acompaña para entrar plenamente en la misión de su Hijo.*
4. Conscientes del poder del mal que se opone al amor del Padre y
desfigura su designio sobre el mundo, queremos identificarnos con la actitud y
obra reparadora de Jesús.*
Nuestra reparación es comunión con Él, cuyo
alimento es hacer la voluntad del Padre y cuya obra es reunir por su sangre a
los hijos de Dios dispersos.
Ella nos hace participar de la misión de
Cristo resucitado, que nos envía a anunciar la Buena Noticia de la salvación.
Al mismo tiempo reconocemos nuestra condición de pecadores y nos sentimos
solidarios con los hombres y mujeres víctimas del pecado del mundo, de la
injusticia, del odio.
Finalmente, nuestra vocación
reparadora nos estimula a colaborar con todos aquellos que animados por el
Espíritu, trabajan por construir un mundo de justicia y de amor, signo del
Reino.
5. En la Eucaristía entramos en comunión con la acción de gracias de
Jesús Resucitado, pan de vida, presencia del amor.
La celebración eucarística y
la adoración contemplativa nos hacen participar en sus actitudes y sentimientos
ante el Padre y ante el mundo. Nos impulsan a asumir un ministerio de
intercesión y nos recuerdan la urgencia de trabajar en la transformación del
mundo según los criterios evangélicos. Como nuestros Fundadores, encontramos en
la Eucaristía la fuente y la cumbre de nuestra vida apostólica y comunitaria.*
6. Nuestra misión nos urge a una
actividad evangelizadora. Esta nos hace entrar en el dinamismo interior del amor
de Cristo por su Padre y por el mundo, especialmente por los pobres, los
afligidos, los marginados y los que no conocen la Buena Noticia…
Para que el reinado de Dios se haga
presente, buscamos la transformación del corazón humano y procuramos ser agentes
de comunión en el mundo. En solidaridad con los pobres trabajamos por una
sociedad justa y reconciliada.
La disponibilidad para las necesidades y
urgencias de la Iglesia, discernidas a la luz del Espíritu, así como la
capacidad de adaptación a las circunstancias y acontecimientos, son rasgos
heredados de nuestros Fundadores.*
El espíritu misionero nos
hace libres y disponibles para ejercer nuestro servicio apostólico allá donde
seamos enviados a llevar y acoger la Buena Noticia.
7. Vivimos
nuestra vocación y misión en comunidad. La sencillez y el espíritu de familia
son el sello de nuestras relaciones dentro de la Congregación internacional,
que quiere estar abierta a todos los pueblos. Nuestra vida en común da
testimonio del Evangelio y hace convincente nuestro anuncio del amor redentor.*
8. Los hermanos y hermanas de nuestra
familia religiosa constituyen una sola Congregación, y cada rama goza de
personalidad jurídica autónoma, con legislación, estructuras de gobierno y de
formación, vida comunitaria y patrimonio temporal propios…
Nuestra Consagración Religiosa
11. El Espíritu Santo nos ha
conducido a cada uno por diversos caminos a entrar en la Congregación para
seguir en ella a Jesús. A ello nos comprometemos al abrazar por amor a Él su
misma «forma de vida» mediante la profesión religiosa. Así quedamos libres para
«estar con Jesús» y disponibles para «ser enviados por Él» a la misión del
Reino de Dios.[3]
12. La profesión religiosa:
1. Nos
consagra a Dios por el ministerio de la Iglesia. Los votos públicos son una
donación de todo nuestro ser, enraizada en nuestra consagración bautismal.
2. Nos
asigna también un lugar propio en el cuerpo visible de la Iglesia junto con los
demás religiosos.*
3. Nos incorpora jurídicamente a la Congregación con los deberes
y los derechos definidos por el derecho. Crea entre nosotros vínculos de
solidaridad y nos hace miembros de una misma familia.*
13. Vivimos la consagración inherente a toda
profesión religiosa como «consagración a los Sagrados Corazones». Estamos
llamados a entrar con Jesús y como María en el designio del Padre de salvar al
mundo por el amor.*
14. La profesión de los votos religiosos, como
forma total de vida, nos llama a ser dentro de la Iglesia un «símbolo de los bienes
evangélicos ya presentes en el mundo» y un testimonio de «la vida nueva y
eterna conquistada por la redención de Cristo».[4]
Est. 1
15. Los votos, por su contenido evangélico, denuncian
proféticamente las manifestaciones más características del «pecado del mundo»:
aquéllas que se ensañan contra los valores fundamentales de la vida humana.
Asumidos en este espíritu, contribuyen a rescatar y promover esos valores y se
integran vitalmente en nuestra misión reparadora.*
16. Los votos nos hacen participar también de una
manera radical en la cruz y en la resurrección de Cristo. Por eso, los asumimos
con fe como camino de vida y de libertad.
17. La fórmula con que hacemos profesión religiosa, sea temporal o perpetua, es la siguiente:
«Yo,
N.N., en conformidad con las Constituciones aprobadas por la Santa Sede
Apostólica, hago para siempre (o «por...años») voto de castidad, pobreza y
obediencia como hermano de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y
de María, en cuyo servicio quiero vivir y morir. En el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo. Amén».[5]
60. 1. Nuestra
misión evangelizadora puede desarrollarse en todas las culturas, en la línea de
la primera intuición de nuestro Fundador que nos vio como un «grupo de
misioneros que debían difundir el Evangelio por todas partes».[6]
2. Esta universalidad de nuestra misión lleva consigo normalmente
la implantación de la Congregación en los lugares donde trabajamos y la
apertura para acoger vocaciones locales.
61. Sentimos la misión evangelizadora asumida por
la Congregación en cualquier parte del mundo como una responsabilidad que nos
afecta y enriquece a cada uno. Estamos dispuestos a dejar patria, familia y
ambiente para servir donde sea necesario.
62. Cuando ejercemos la misión de la Congregación
en países diferentes del propio, procuramos inculturarnos en lo que se refiere
a nuestra manera de ser y de vivir, así como a nuestro anuncio del mensaje
evangélico.
[1]
Cf. Memoria dirigida por el Buen Padre a la
Sagrada Congregación de Obispos y Regulares (6.12.1816): LEBP, 519.
[2]
Cf. Reglamento del Buen Padre, LEBP, 2197.
[3]
Cf. PC,
2.a.e.; LG, 44, 3; cfr. Mc 3, 14.
[4] Cf. LG, 44, 3.
[6] CS 10, 286.
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